miércoles, 21 de enero de 2009

Conversación con una modelo


El punto inmóvil, 3 telas de 195 x 130 cm. 1996

Durante los primeros días del mes mayo de 1996 mantuvimos una conversación con la modelo con quien estaba trabajando entonces.
He mantenido una fidelidad máxima respetando el tono coloquial.
Las palabras que siguen a continuación significaron una gran ayuda para reflexionar sobre mi trabajo, y también sobre el hecho absolutamente singular del trabajo con una modelo. Es evidente que la identidad de la misma se mantiene en el anonimato.



P.- Debería comenzar confesándote un cierto error, durante el tiempo que hemos estado trabajando he obviado excesivamente tu punto de vista, centrándome casi exclusivamente en la categoría de lo simbólico...
Hablo de lo simbólico y quizá no me explico del todo, quiero decir que mi trabajo anterior que se movía en este terreno me ha conducido a tres puntos de interés de evidente carga simbólica: la mujer, el árbol y la montaña. Los dos segundos los tengo que soñar solo, para el primero creo que debe intervenir también tu sueño. De hecho ya en la última sesión tomaste decisiones modificando determinadas poses...puedo sugerir algo para empezar el diálogo, por ejemplo, describe una pose que te interese especialmente, o ¿de que elemento u objeto te gustaría estar acompañada en un cuadro?

R.- Entiendo muy bien lo que dices, pero lo que veo difícil es el cómo. A mi durante este tiempo me han sucedido cosas. Me sentía muy homogénea dentro de una heterogeneidad. He pasado por un punto de unas separaciones muy exageradas, ahora creo que estoy volviendo otra vez a reunificar todo eso. Se me hace difícil algo en relación con mí misma, porqué ¿a que parte, a que aspecto de mí misma? En este proceso he vivido cosas que antes no había vivido, hay cosas que se han hecho conscientes, cosas que desconocía, que conocía racionalmente pero que no había vivido.
Quiero insistir en la dispersión, para mí era muy distinto dar una visión de lo que yo tenía que ser, de lo que era ser mujer, o de los diferente matices que puede tener el serlo, el hecho de verte desnuda tomando una pose, ya sólo este hecho te condiciona, esto no lo había vivido nunca, igual lo había vivido en el plano sexual, pero en todos los otros matices no. Posturas que pueden ser tiernas, va aflorando la ternura y van viniendo imágenes, en una sesión vas haciendo viajes dentro de ti y hacia fuera, me ha pasado estar posando y evocar recuerdos de infancia, no lo puedo controlar...
Es como una terapia que no te la guía nadie pero que va surgiendo, recuerdos de infancia, de adolescencia, cosas totalmente olvidadas. Otras veces no, pensaba en las posturas, pero cuando ha habido momentos de relajación real, que además los dos hemos sentido, me han ido viniendo cosas que me han hecho sentir lo mismo que sentí en el momento de vivirlas. Esto no me había sucedido nunca y menos utilizando el cuerpo como lenguaje, utilizando la memoria si, sueños también me han provocado esta situación. El despertar de un sentimiento que has sentido antes pero que lo tenías olvidado, todo ello por una parte me asustó, porque me sentía sola, pero cuando pasó el miedo, pensé aprovéchalo, se tiene que ir al fondo, igual salen sapos y ranas, pues muy bien... pero ahora viene una tarea difícil, recomponer lo que se ha roto, pulir los fragmentos para que entren otra vez en mí, esto creo que es lo que se tiene que hacer, pero no se como...

P.- En el fondo me parece que estás hablando de la pulsión creación-destrucción que creo es el motor de todo proceso, probablemente hemos pasado por una etapa de fragmentación, en mi trabajo también advierto algo parecido, un momento centrífugo, está creando la necesidad de ir hacia lo contrario...
Pero te preguntaba antes por la posible relación con un elemento concreto, ¿un elemento simbólico?

R.- Es difícil, intentaré nombrar algunas relaciones: me identifico con una llama, no por lo que alude el fuego en sí, sino por su movimiento...

P.- Por algo te llamas así –el nombre de la modelo estaba relacionado con el fuego–. Pienso que en muchos casos los nombres son significativos...

R.- Las llamas son elementos estables, pero sólo un poco de viento las altera, con ese concepto me identifico mucho, considero que soy una persona bastante estable, pero cualquier cosa del exterior que me sea ajena me puede hacer temblar.

P.- Desde que empezamos a trabajar intuí que vamos en buena compañía Bachelard y su libro La flamme d’une chandelle... ¿piensas en algo más?

R.- En dos animales, el koala y la serpiente. Con la serpiente además a nivel orgánico, porqué siento que tengo la temperatura del ambiente. La relaciono con el silencio.

P.- Los dos ejemplos –obviamos el koala– son de una enorme complejidad: llama y serpiente. Nos pueden ayudar mucho. De hecho y a bote pronto podemos relacionar la serpiente con la esencia de la feminidad y también con la resurrección, el cambio, los cambios de piel, el kundalini, diosas arcaicas que tienen la serpiente como atributo, Artemisa arcadia, Perséfone, las sacerdotisas cretenses... Es curioso hace poco he soñado con una serpiente en el interior de un recipiente de vidrio, semejante al vaso que hemos usado en algunos dibujos.

R.- Pienso también en materiales: el cristal y la pizarra. Quizá también porqué tienen aspecto de una gran solidez y en cambio son bien frágiles.

P.- En la pizarra no había pensado nunca, pero en el cristal constantemente. Fíjate que hemos estado trabajando con un vaso de cristal, y los fondos de los cuadros recuerdan en ocasiones la textura del cristal. Hemos hablado de relaciones, de elementos, pero ¿qué actitud sugerirías en este momento de posible inicio de una construcción?

R.- De indiferencia...

P.- Indiferencia respecto a que: a la mirada, a ti misma, al mundo...

R.- Supongo que indiferencia ante el mundo.

P.- ¿Cómo formalizarías esta indiferencia?

R.- Con una mirada me sería muy fácil, por ejemplo. Una indiferencia lejana, como inaccesible...como algo inaccesible.

P.- ¿Crees que la parte central del tríptico responde un poco a esa idea? –me refiero al cuadro “El punto inmóvil”–.

R.- Sí, me identifico mucho con ese cuadro.

P.- Para mi este cuadro está siendo el diálogo más claro establecido contigo hasta ahora. ¿pero por qué te gustaría ser inaccesible?

R.- No se muy bien... ahora me siento como una materia sin forma, que tiene un sentido y unas características pero que no tiene forma, la verdad es que ahora mismo me siento indefensa.

P.- Porqué no planteamos entonces el trabajo en dos direcciones distintas, por un lado dar forma a esta sensación que describes y por otro dejar surgir algo nuevo, algo que empieza.
¿Cómo formalizarías entonces tu momento actual, esta sensación que tienes ahora? ¿Si tuvieses que visualizarlo como lo harías?

R.- Con una actitud de sumisión, una actitud sumisa pero no reprimida, abierta... alguien que tiene tal sumisión que puedes hacer lo que quieras pero que al mismo tiempo muestra una gran dignidad. Es una sensación ambigua la que estoy viviendo, por un lado me siento sumisa a lo que me rodea, por el otro me siento enormemente digna y con un gran potencial.
Creo que necesito, o necesitamos, más tiempo, estoy viviendo todo esto de una manera demasiado acelerada. Después de una sesión llego agotada a casa, como terminas tu si las cosas han ido bien. Acabamos agotados, necesitaría tener tiempo para reflexionar, poder estar tranquila, prepararme, coger energías...para hacer esto bien necesito tiempo, sino me puedo perder. A pesar de todo hasta ahora hemos ido muy bien...

P.- Pienso que si, cada vez que hemos hablado, nos encontramos en posiciones muy similares.

R.- Si, lo que pasa es que si vamos profundizando más podemos encontrar cosas que den miedo, o que cuesten más.

P.- Volvamos a la inaccesibilidad. ¿Por qué te quieres mostrar inaccesible?

R.- Quizá para conocer esta sensación porque si soy sincera no me siento inaccesible. Quizá estoy dando coletazos. En realidad me siento muy a gusto contigo...

P.- ¿Entonces por qué esta búsqueda?

R.- No es exactamente una búsqueda, quizá es que cambio de piel... me empiezan a pasar cosas y noto que estoy cambiando, que me estoy transformando, que me estoy adecuando a un medio nuevo, quizá no es que quiera cambiar, sino entender lo que me esta sucediendo... porqué esta pasando.
Generalmente la gente, incluso la más cercana, me dicen que soy inaccesible, quizá de ahí el empeño, puede que sea más correcto pensar que soy de difícil posesión.

P.- Vayamos a otra cosa ¿cómo definirías la feminidad?

R.- Sobre esto hay una gran confusión. En ocasiones las mujeres asumimos lo masculino como algo femenino, cortamos el cordón umbilical con la madre, quizá deberíamos recuperar ese cordón umbilical. Las mujeres, en general, nos llevamos mejor con otras mujeres que con los hombres, creo que es consecuencia de la presión social y no de la realidad...

P.- ¿Y en nuestra relación crees que está presente ese problema?

R.- No a ti no te veo como un hombre, te veo como un espejo.

P.- Dirías entonces que es una relación más femenina que masculina.

R.- No exactamente, diría que tu también te proyectas, es como si proyectaras lo masculino en mi y yo lo femenino en ti. Esto me ha hecho plantear muchas cosas. Creo que la sumisión, la sumisión con dignidad de la que hablábamos antes es algo muy femenino, se puede relacionar con la maternidad, la paciencia, la generosidad, puede que nunca seas madre pero toda esa potencia por el hecho de ser mujer la tienes. También la agresividad, hay una agresividad que es muy femenina, un parto es muy agresivo, es tan agresivo que es bonito, es como mezclar el placer y el dolor, es tanto el dolor que debe producir placer...

P.- ¿Has leído a Bataille?

R.- No

P.- Te lo digo porque tu última reflexión está muy trabajada en sus libros

R.- Se me hace difícil tener una idea más concreta, más exacta de la feminidad, porque hay que ir pasando por el tamiz todo lo que sería marcadamente social, la feminidad formal, de imagen, creo que tiene muy poco valor, lo único que tengo seguro es que hay una perspectiva diferente, en el trabajo por ejemplo, lo tengo clarísimo. Hay una visión que nos diferencia, percibimos las cosas de modo distinto. De todos modos cuando hablo se sumisión no lo identifico con el imaginario del sadomasoquismo que me parece un reflejo de algo social, no de lo real. La sumisión real es otra cosa, entender esto es algo que me ha hecho sentir muy luminosa y muy femenina. No es una sumisión próxima con el entorno, es de otro tipo, más religiosa: que te saquen de la costilla de Adán y no te parezca mal porque sabes la potencia que tienes, dejar hacer. Me explico. Este dejar hacer de lo femenino ahora se identifica mucho con la perversidad femenina. Se dice que las relaciones entre mujeres son perversas, creo que este estereotipo es una manipulación histórica.
Este hecho de dejar hacer lo he advertido también en hombres que han potenciado su lado femenino, tienen este dejar hacer admirable.
He pasado una época en que el percibir todo esto se reflejaba en el exterior, la gente a mi alrededor se daba cuenta, tu mismo lo has notado... era un dejar hacer, una cosa que no puedo explicar y que ahora mismo he perdido, puede que me eche a llorar porque me afecta mucho, me afecta el haberlo encontrado, haberlo vivido y se fue, se fue creo que por pánico, era otra dimensión, no algo místico...

P.- Quizá estas hablando de haber comprendido, haber vivido en el orden profundo de las cosas

R.- Me sentía en perfecta armonía con el mundo, no con las personas, armonía con el cosmos, por un lado sentía la pequeña partícula que era y por otro lo grande que se es en el todo. Fue algo que duro bastante, se tradujo en una enorme creatividad.

P.- Te entiendo muy bien, creo que formamos parte en primer lugar de un organismo vivo que es la tierra que a su vez está en el orden del cosmos. Si sentimos esto sobreviene una gran sensación armónica, una experiencia que me atrevería a calificar de mística.
Al menos de ello es lo que nos hablan los grandes místicos.
En el momento en que se entra a formar parte del orden natural de las cosas se produce una iluminación, una iluminación que comporta una paradoja porque al mismo tiempo percibimos la armonía y el dolor, la melancolía. Pero si has estado alguna vez ahí, volverás, no te preocupes.

R.- No me preocupo, pero me causa mucha melancolía y mucha tristeza. Quizá abandonar este estado fue producto de mi educación católica, tuve un fuerte sentimiento de culpa, me sentía como fuera de la ley. Esta sensación de culpabilidad me empezó a dar miedo. De ello me he dado cuenta con el tiempo, esto me rebela contra mí misma, pienso que todavía tengo que superar una gran cantidad de cosas. Se produjo un proceso paradójico, creo que por influencia de la educación recibida. Algo tan bello como lo que me estaba pasando lo convertí en una actitud prepotente, intolerante.

P.- Quizá deberíamos centrarnos en la relación de la esencia de la feminidad con este estado que acabas de describir...

R.- Vuelvo a insistir en la misma idea, en este dejar hacer.

P.- ¿Pero crees que este dejar hacer es exclusivamente femenino?

R.- Creo que si, pero no se muy bien como explicarlo, quizá es una cuestión de la visión del tiempo... pero femenino no exclusivo de la mujer, esta misma cualidad se puede dar en el hombre, claro que tendríamos que ver que es lo masculino.

P.- Quizá sería la actitud de tomar determinado tipo de decisiones que pudieran facilitar este dejar hacer. Posiblemente tendríamos que partir de la idea de que la humanidad tiene un destino cósmico y por ello se deben sumar dos posiciones complementarias, la de la comprensión profunda del hecho y la de la actividad necesaria para que se convierta en realidad. Por un lado el entendimiento de las cosas y por otro la intervención para que este orden siga su proceso. No sé muy bien si se puede separar en masculino y femenino. Da lo mismo, la cuestión sería acceder al equilibrio de ambas actitudes. En el fondo sería una vuelta a la alquimia, al Tao: la unión de los contrarios. El uno y lo otro formando la unidad.

martes, 20 de enero de 2009

Retratos



Retrato de Nuria, 73 x 60 cm. 1967

Hace ya muchos años leí el libro de Piero Citati "La luz de la noche", texto que me parece magnífico. Encontré allí un fragmento que me conmovió profundamente:"A veces, recorriendo el mundo, prisioneros de nuestro cuerpo como la ostra de su concha, nos ocurre que percibimos un rostro bellísimo. La aparición relampaguea, y nosotros vemos en el recuerdo la Belleza supracelestial, similar a la que habíamos contemplado una vez, resplandeciente sobre el pedestal sacro. Al ver el rostro bellísimo quedamos aturdidos y perturbados: un estremeciemiento de sacro horror nos acomete, como al iniciado durante los misterios; algo de nuestros temores de entonces se insinúa en nuestro espíritu. Miramos la bella imagen terrestre, y si no temiésemos que nos tomasen por locos, le ofreceríamos sacrificios".


Al mismo tiempo leí también "Éloge du visible" de Jean Clair, donde di con una certera frase:


"Simmel parle ainsi du rôle incomparable imparti au visage: Il n'est au monde aucune figure permettant à une aussi grande multiplicité de formes et de plans de se couler dans une unité de sens aussi absolue. Le visage pousse à l'extrême l'individualisation de chacun de ses éléments, tout en coulant ceux-ci dans une unité qui n'existe en aucune autre partie du corps.


Contemporáneamente a estas lecturas estaba empezando a trabajar en una serie de retratos que se iría prolongando en el tiempo hasta ahora mismo. Parecía un empeño algo suicida, porque si ya había sido criticada mi opción de iniciar un camino en la pintura figurativa, hacer retratos parecía algo absolutamente anacrónico. Los dos textos citados me dieron ánimos para seguir adelante. En este mismo blog he dicho que sentarse ante un árbol e intentar construir algo plausible es una experiencia de una gran emotividad; hacerlo ante una persona es, si cabe, mucho más estremecedor. Sobre ello volveré en unas reflexiones que estoy preparando sobre el esencial tema de "el pintor y la modelo".


En 2006 tuvo lugar en la Fundació Vila Casas una exposición sobre estos trabajos, en el prefacio de la misma Marga Perera escribió una líneas que me parecen descriptivamente muy interesantes sobre este aspecto de mi obra:


"...en los retratos de Ramón Herreros, no aparecen ni el estudio como espacio ni tampoco su autorretrato. La atmósfera que respiran sus modelos es la propia realidad del cuadro, un espacio donde aparentemente, sólo aparentemente, no hay referentes: la modelo es la protagonista y a partir de ella Herreros va construyendo el entorno, creando un fondo de color puramente pictórico, un fondo que le pertenece de manera íntima porque, en realidad, evoca todo el mundo de su época abstracta, dando así unidad a toda su trayectoría. Y en estos cuadros, con estas figuras y estos fondos coloreados, es dónde aparece la historia moral y física del taller, y por tanto del pintor..."


Yo mismo no habría podido describirlo mejor.



Sarah/677 46 x 38 cm. 1997


Mia/717 100 x 81 cm. 1998

Mia/718 89 x 130 cm. 1998

Mia/720 46 x 38 cm. 1998


Mia/723 81 x 60 cm. 1998




Mia/724 73 x 60 cm. 1998


Àgnes/729 50 x 50 cm. 1998


Irene/1002 80 x 80 cm. 1998



Mariona/1016 100 x 81 cm. 1999



Sabine/1033 80 x 80 cm. 1999



Sonai/1043 82 x 65 cm. 1999


Sonia/1059 120 x 120 cm. 2000




Sonia/1079 80 x 80 cm. 2000


Sonai/1115 80 x 80 cm. 2001



Sonai/1119 73 x 60 cm. 2001


Mariona/1124 120 x 120 cm. 2001


Nuria/1132 73 x 60 cm. 2002




Alicia/1140 73 x 60 cm. 2002


Carmen/1169 80 x 80 cm. 2003/2004


Clara/1173 100 x 100 cm. 2003



Carlota/1175 80 x 80 cm. 2004


Tere/1178 80 x 80 cm. 2004




Carlota/1199 146 x 114 cm. 2005



Elena/1210 100 x 81 cm. 2005

jueves, 15 de enero de 2009

Esbozos-2


Reis o unicorns... Óleo sobre tela, 130 x 197 cm. 1987

Después de retomar el trabajo en la pintura -sobre 1979- tras un demasiado largo paréntesis, en 1987 y en pleno período abstracto tuve la necesidad de trabajar de nuevo del natural, con una modelo. No tengo ninguna explicación clara de dónde vino tal pulsión. Existía un recuerdo puesto que, desde muy joven, lo había hecho. Era una reminiscencia que poco tendría que ver con lo que iba a suceder.

Así en junio de 1987 empecé a trabajar con una modelo profesional, Irene, los dibujos siguientes pertenecen a la primera sesión que tuve con ella y suponen el inicio de un camino que no he abandonado hasta ahora. Por supuesto que entonces no conocía la celebre frase de Giacometti, en la que afirma que no hay más solución que tomar un taburete, sentarse delante de un modelo e intentar hacer algo plausible.


A partir de este momento esta labor se convirtió en algo subterráneo, conocida por muy pocas personas, hasta que en 1996 empezó lo que se ha calificado como mi etapa figurativa. Largos períodos de trabajo con modelos que compaginaba con mi trabajo pictórico público.
De esta obstinación han quedado numerosos cuadernos de trabajo, en los que ha quedado reflejado un proceso que iba configurando lentamente lo que sería mi trabajo posterior. La lectura de un libro reciente de François Jullien -La gran imagen no tiene forma- en el que elabora una brillante teoría sobre el esbozo, me ha hecho volver sobre estos trabajos, sugiriéndome la posibilidad de hacerlos públicos, quizá en forma de libro.
He aquí algunos ejemplos de estos dibujos. Se inician, pues, en 1987 y todavía sigo trabajando en ello, aunque por el momento no con la misma intensidad.