lunes, 28 de enero de 2013

LA VIDA DE PI


Cuando era niño estaba deseando caer enfermo -no por faltar al cole- sino para poder leer horas y horas seguidas novelas, especialmente de Verne o Salgari.
La sensación placentera que me provocaban aquellas horas, me ha venido como un flash, como algo vívido e intenso al ver LA VIDA DE PI.

La película se puede mirar de muy distintas maneras, pero también como un film de aventuras, que encierra en su interior un misterio dentro de otro misterio. Piscine Molitor comenta a su recién amigo, el escritor, que en India coexisten millones de dioses; tantos, diría, como misterios nos envuelven.

He visto LA VIDA... dos veces, tras la primera visión intenté aproximarme a la mitología hindú, con un fracaso completo, como era de esperar. Más de una vez he intentado leer Ka de Roberto Calasso, con el mismo resultado, sensación de frustración, sin que el autor tenga ninguna culpa, su libro sobre la mitología griega se lee como una novela de aventuras.
Así que me voy conformando con las excelente aportaciones, aunque sean específicas sobre algunas cuestiones, de Chantal Maillard, por ejemplo.

Citar a esta autora me facilita decir que hablé aquí sobre otra película que tenía algún punto de contacto con ésta:  EL ÁRBOL DE LA VIDA, que es como se titulaba un libro editado por Chantal Maillard, sobre la tradición y el arte en la India.
He comentado aquí estas dos películas, porque tanto una como otra trascienden la cotidianidad para lanzarse a un terreno que va más allá de nuestra comprensión inmediata.

Pero hay algo más, LA VIDA DE PI es una reivindicación de la belleza, desde la danza donde Pi intuye la feminidad, hasta la sublime tormenta donde se atisba la presencia de la divinidad. La divinidad que, por cierto, ya se ha presentado como pez -avatar de Vishnú- en el momento en que Pi y el señor Richard Parker están a punto de morir de hambre. Richard Parker que, en el fondo, no es sino un avatar de Pi, su reflejo, su otredad, visualizada como la animalidad en su estado más puro.

Pi tendrá otros encuentros con la divinidad, la isla de ojos profundos, que alimenta de día y se alimenta de noche, que da y quita la vida como Kali. Ojos como los del tigre que mira la inmensidad del cosmos y Pi le pregunta ¿qué ves Richard Parker?, que es lo mismo que preguntar ¿qué es lo que no vemos nosotros?

LA VIDA DE PI nos descubre algo de eso que habitualmente no vemos, para lo que somos casi ciegos.
Lo que habitualmente vemos es la historia oficial aceptada por el mundo, una historia sórdida de asesinatos y seres malvados, de una enorme banalidad. Pi, al final, cuenta la versión que la mayoría de la gente quiere escuchar, quizá la películas que muchas personas hubiesen deseado ver...

Como el escritor que va a escribir la extraña historia de Piscine Molitor y el señor Richard Parker, prefiero, claro está, la del tigre.


lunes, 21 de enero de 2013

LECTURAS INVERNALES - 3

Hace ya muchos años que leí este libro por primera vez -1997-. Había empezado hacia poco mi nueva andadura por la pintura figurativa y este texto me fue útil para visualizar alguno de los problemas que se me planteaban.


HISTORIA DEL PECHO
Marilyn Yalom

¿Por qué me fue tan útil? En el inicio de mi pintura figurativa apareció como uno de los temas centrales el desnudo femenino y, especialmente, el retrato.
Uno de los primeros óleos del momento fue el titulado "...en un cristal..." *, en el que ya se podía intuir la serie de retratos que irían surgiendo a lo largo de los años posteriores. En la mayoría de esos retratos aparecían, aparecen, insinuados o evidentes, los pechos de la modelo.  Sobre el desnudo en general, y, fundamentalmente en el arte, hay una vasta literatura, con textos capitales como los de Mario Perniola, Kenneth Clark, o más recientemente el magnífico "De la esencia o del desnudo" de François Jullien, sobre el que volveré más adelante. Pero ensayos que traten específicamente la cuestión del pecho femenino, no conocía ninguno, no conozco, excepto éste.

La autora no se plantea su trabajo desde un punto de vista ortodoxamente feminista, pero si que lo va bordeando, aunque en ocasiones se muestre crítica con el feminismo radical.
Así y todo creo que el libro tiene una carencia fundamental, reduce el punto de vista masculino a una unívoca lectura. Siempre he sido un defensor de lo femenino frente a lo masculino, pero restringir la interpretación que un ser masculino puede hacer de los senos femeninos a la nostalgia nutricional o a la excitación erótica me parece despreciar la realidad.
Primero porque, pese a todo, no creo que exista una barrera infranqueable entre una cosa y otra, más bien una porosidad -así debería ser-. Siri Hustvedt lo explica muy bien en "Los misterios del rectángulo", y no vamos a entrar en los conceptos junguianos de animus y anima. Sobre esta compleja cuestión es interesante observar el arquetipo femenino que aparece en la estupenda película de Kathryn Bigelow, "Zero Dark Thirty".

Pero puedo, desde mi punto de vista de pintor -más bien de dibujante en este caso- exponer un argumento al respecto.
He defendido muchas veces la idea de que una línea tiene un recorrido lógico, casi me atrevería a decir que único, para mí es definitivo constatar en un dibujo este itinerario: el lógico discurrir de la forma. En la naturaleza esto es omnipresente, y el cuerpo femenino paradigmático, de ahí mi especial interés. Pero puede que sea en los pechos donde la excelencia formal se muestra de un modo más evidente. La línea descrita por el perfil de un pecho es tan sutilmente perfecta que hace que el dibujo sea prácticamente imposible. Y estoy hablando de cualquier tipo de seno, la lógica se mantiene intacta. De ahí que sea tan fácil de detectar la modificación de un pecho, la mano humana es torpe en este sentido, como en mi caso intentar dibujar, es casi una condena al fracaso. Igual que cualquier enfrentamiento con el ser humano, como bien señalo en su momento Giacometti.

Ahora dicho esto, el libro reúne una serie de afirmaciones e hipótesis más que sugerentes.
El primer capítulo "El pecho sagrado" merece una reflexión aparte en la que no quiero entrar ahora. Pero como he comenzado estas líneas hablando de la relación del libro con mi trabajo, voy a ello...

El retrato en el Renacimiento... ¡siempre el Renacimiento!
Puedo poner como ejemplo inicial el celebre díptico de Melún, de Jean Fouquet, donde Agnès Sorel, la amante del rey Carlos VII, travestida en Virgen María, muestra su seno izquierdo, en uno de los cuadros más inquietantes que recuerdo. La cuestión se irá repitiendo, la misma modelo aparece en otra obra -atribuida en ocasiones al mismo pintor- mostrando de nuevo su pecho izquierdo...



De hecho según la autora, durante el Renacimiento, el pecho femenino era considerado parte del  rostro, así que era común que las modelos retratadas mostrasen sus pechos: "Fue durante el Renacimiento cuando los pechos desnudos emergieron en el arte, correspondiendo a una nueva apreciación de la belleza femenina, según la cual los pechos eran en cierto modo parte del rostro" p. 80

Así el libro me daba una inesperada pista en forma de hipótesis histórica sobre el planteamiento de mis retratos femeninos. Digo hipótesis histórica porque el conocimiento de la pintura del Renacimiento ya me había conducido a pensar en ello.

Van apareciendo nombres propios de modelos famosas, Agnès Sorel. Simonetta Vespucci, de quien ya he hablado aquí, y para mi una novedad, descubierta releyendo el libro, Verónica Franco, mitad prostituta, mitad poetisa, modelo del conocido cuadro del Tintoretto, de título revelador, "La dama que descubre el seno", también de Paolo Veronese, y amiga, entre otros, de Montaigne.


Tintoretto

Paolo Veronese


Sólo por los capítulos "El pecho sagrado" y "El pecho erótico, esferas de la estructura celestial" vale la pena leer el libro. No quiero decir que el resto no tenga páginas interesantes, pero para mí estas fueron las más útiles.

De nuevo he hablado de un libro con el que estoy en muchas ocasiones en desacuerdo, pero su lectura fue muy productiva en muchos aspectos, la primera vez que lo leí, y lo ha sido ahora, tantos años después...

*
Este cuadro se puede ver en mi otro blog:  ramonherreros-obra.blogspot.com 











martes, 15 de enero de 2013

LECTURAS INVERNALES - 2

A veces uno se pregunta si mantener vivo un blog, es un acto de voluntarismo inútil, un lanzar una gota insignificante en el vasto mar de la nube, pero a veces sucede que uno se encuentra con una respuesta enriquecedora, con algo  no  esperado, y que anima a seguir en ello.
He recibido este texto del amigo Lluís Armengol, comentando Lecturas invernales - 1. Espero que les interese tanto como a mí...

Una gran suerte recuperar esas lecturas que iniciaste hace unos meses y un acierto pleno comenzarlas por un libro que proporciona mucho juego a todos los amantes de la pintura-pintura como el mismo autor del volumen. El libro es apasionante a muchos propósitos y esa misma pasión y entusiasmo creo modestamente que no excluye una cierta "filología de la pintura" que tú llamas quirúrgica; es absolutamente necesario que alguien trate de cuestiones nada banales como la datación de los cuadros, las atribuciones, las versiones de una misma obra, los procesos de recepción, los vericuetos que han conducido un cuadro hasta tal o cual sitio, etc.; es cierto que a veces esa filología puede amortiguar en demasía la misma pasión visceral, pero no es así en los mejores casos y dentro de la filología literaria podría citarte casos ejemplares. Así pues, lanzamos una lanza a favor de una ecdótica plástica que en manos de un anticuario y "connaisseur" como Arturo Ramón puede dar los mejores resultados.

El método del autor en alguno de sus artículos no es nada novedoso: se trata de establecer paralelismos entre autores en apariencia no semejantes para arrojar un poco de luz tanto en el primero como en el segundo (no otra cosa hace la metáfora en el ámbito literario), y de este modo El Greco puede iluminar aspectos de Jackson Pollock y viceversa, o Rusiñol entrar en conflicto con Hopper, o Ramón Casas desafiar a Ferrer Miró; en fin, si es verdad que los mejores pintores del pasado ayudan a entender, apreciar y disfrutar de los mejores del presente, también es cierto aquello contrario: los más sublimes de nuestro presente alteran el canon del pasado y lo reescriben y lo reinterpretan una y otra vez; nada distinto formuló T.S. Eliot con su idea del "orden simultáneo" o el mismo Borges en sus magníficas líneas sobre "Kafka y sus precursores". La visión lineal, cronológica y unidireccional es sin duda cosa de la Modernidad decimonónica del siglo XIX y poco operativa para la crítica más lúcida; en efecto, como bien dices, el arte se expande de modo no cronológico...

Algo me extrañó que nada dijeses sobre el tema del "cuadro dentro del cuadro", siendo como es un motivo que aparece en buena parte de tu obra y que sin duda seduce por múltiples razones: desde aquellos gabinetes de curiosidades tan bien analizados por Víctor I. Stoichita hasta -repito- la más rabiosa actualidad...; y dentro de ese sub-genero el cuadro de Ferrer-Miró sin duda es atractivo: una multitud de gente contemplando una obra que el espectador NO ve al completo y solamente puede intuir (el marco, el ángulo superior izquierdo funcionan como una sinécdoque de una totalidad que nos es velada caso completamente). ¿Acaso no podría establecerse un paralelismo con el famoso "Ferrocarril" de Edouard Manet donde la niña pegada a la reja contempla algo -el ferrocarril-, que nosotros NO podemos vislumbrar? ¿y no queda todo ello reforzado por esa mujer de la izquierda que mira de frente al espectador-voyeur como invitándole a entrar en la escena? ¿no es una "figura de asistencia" (V. Stoichita) una pieza imprescindible de ese triángulo que formal la madre, la niña y el ferrocarril?


Esa "tematización de la mirada", esa dialéctica entre el ver y el no ver (analizada por el crítico mencionado), ese juego entre lo velado y lo des-velado, ese combate entre aquello que permanece oculto y aquello otro que al fin se ha mostrado es, a mi torpe entender, uno de los aspectos más seductores del arte de la pintura.

En fin, nada me sorprende tu entusiasmo por el artículo dedicado a Tiepolo tratando como trata el motivo del "pintor y la modelo" y con referencias a una película de la cual nos agradaría conocer tu opinión: "La belle noiseuse". Giovanni Battista Tiepolo no es un pintor de enamoramiento inmediato, casi se diría que exige cierta parsimonia y bastante paciencia en el trato; tal vez se halle muy anclado en ese siglo XVIII que siempre da una de cal y una de arena, un siglo bisagra entre una tradición clásica que agoniza y una Modernidad que empieza a levantar cabeza. Sin duda el libro de Roberto Calasso puede despejar dudas a buen seguro infundadas...

El amigo Lluís Armengol concluye incitándome a continuar con estas lecturas invernales, cosa que pienso hacer, y también interrogándome sobre "La belle noiseuse", puede que también hable algo sobre el film de Rivette, aún cuando, todavía después de innumerables visiones, tengo lecturas contradictorias al respecto.







lunes, 7 de enero de 2013

LECTURAS INVERNALES - 1


Han pasado meses desde la aparición de la última lectura, en aquel caso veraniega. ¿Pereza? Quizá no había encontrado o pensado en ningún texto lo suficientemente estimulante, y no quiero decir que no haya leído nada interesante, incluso muy interesante, pero una cosa es el interés y otra el estímulo.

NADA ES BELLO SIN EL AZAR
Artur Ramon

He aquí que ha caído en mis manos un libro con el que estoy en desacuerdo en muchas cosas, pero que, en cambio, ha despertado la voluntad de escribir estas líneas... ¿por qué?
Porqué, pese a todo, coincido con muchas de sus afirmaciones...

Por ejemplo, la supervivencia de la pintura, el autor aduce que existe desde la prehistoria, es probable que sea anterior al lenguaje articulado, por lo que su larga supervivencia le asegura el futuro. Creo que todavía hay una cosa, de momento, más definitiva, prácticamente todos los niños tienen una irresistible pulsión por dibujar. Veremos si en un futuro, no demasiado lejano, poblado por seres biónicos, esto también se pierde...

Otra de las cosas en las que no puedo estar más de acuerdo es en la afirmación que describe el porqué escoger una obra y no otra: "la posesión de una obra de arte es un enamoramiento, y hay que seguir más el impulso del corazón que el de la cabeza" p. 91. Siempre he intentado defender la actitud de tener en cuenta el valor de uso, nunca el de cambio, ante la compra de una obra de arte.

También, como no, en la crítica de la conversión de los museos en parques temáticos, llenos de gentes a las que les importa un rábano lo que están viendo. Habla el autor de visitas selectivas a museos, es decir tomar una parte y dedicarse a ella. Hace unos años en una visita al Louvre  comprobé como la mayoría de los visitantes ni se paraban ante los magníficos Leonardos de la Gran Galería y se apelotonaban ante la Gioconda... Suerte para los pocos que pudimos disfrutar casi a solas de lo que se ofrecía a nuestra contemplación.

Y muchas más ideas y conceptos que van apareciendo a lo largo del libro, especialmente brillante me parece el capítulo "En el estudio de Tiepolo".

¿En qué no estoy de acuerdo?

Está claro que mi punto de vista está del otro lado. Siempre, de todas formas, me ha interesado la opinión de quienes viven la pintura como observadores, especialmente si, como el autor, conviven constantemente con ella.

Así que mis peros son relativos. En algún momento el autor reivindica la obra por encima de la vida del artista. Mejor dejamos correr tal cosa, para no encontrarnos con sorpresas, viene a decir. He de convenir que en ocasiones he defendido tal opción. Ahora mismo no, creo que vida y obra son indisolubles, y sin el entorno, las decisiones del transcurrir vital, no se puede acabar de entender una obra. Acepto que no se quiera entrar en ello, pero siempre significará una carencia. Caravaggio es Caravaggio por cómo vivió y Pasolini es Pasolini, por lo mismo; desde otro extremo Proust, o el encierro en sí mismo de Cézanne.

A pesar de que esto parece querer decir que siempre se debería situar a un personaje en su contexto, aquí me contradeciría a mí mismo.  Porque por un lado así lo pienso y en cambio creo que el arte se debe entender, leer, de un modo acronológico. Es decir como una totalidad espacio temporal. Sería como utilizar un microscopio y un telescopio al mismo tiempo. La observación coexistente de la unidad y la totalidad.
Me gusta pensar en el arte como en un  conjunto, que no avanza sino que se expande. El tiempo y el espacio se confunden en una especie de mapa general de los acontecimientos.

Un Juan Gris al lado de un Piero di Cosimo... ¿por qué no? Tenemos la posibilidad de haber adquirido la capacidad suficiente de disfrutar de ambos y de su misma compañía.

No se diría que mis reticencias son demasiado importantes, más bien como anotaciones al margen, pero si hay una de una cierta entidad. Creo entender la percepción de una persona que, entre otras cosas, es un anticuario, pero me parece que por ello su visión de la pintura es demasiado quirúrgica. El detallismo casi obsesivo que puede llevar a identificar a un autor, una obra, aunque quizá necesario, está fuera de mi interés. Esta mirada tan profesionalizada creo que va en detrimento del apasionamiento que el mismo autor defiende, pero que a mi no me llega como una sensación clara.

Lo, para mí, positivo y no tan positivo del libro se van interrelacionando y formando un todo que tiene algo que seduce. Lo leí de un tirón... ¿qué más se puede pedir?

No hagan caso de mis reticencias y lean el libro, seguro que descubren cosas insospechadas, y les abre nuevas perspectivas para la contemplación de un cuadro o la visita a un museo...